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He viajado muchísimo (en mi etapa de enviado especial de AS a los grandes premios de motos) cuando los navegadores todavía no estaban disponibles para el común de los usuarios. Y todavía me pregunto cómo pude sobrevivir recorriendo carreteras y calles de medio mundo… Exageraciones al margen, sí que es cierto que a lo bueno se acostumbra uno muy rápido y hoy me siento casi incapaz de afrontar un desplazamiento largo, sea en coche o en moto, sin la ayuda de uno de estos dispositivos. No reniego de un buen mapa, que puede ser muy práctico para una planificación inicial, pero lo cierto es que el navegador se ha convertido en una herramienta imprescindible para mí y que me ayuda a solventar ciertas complicaciones.

He pensado a menudo en ello estos días atrás, cuando he completado en apenas una semana cerca de tres mil kilómetros por España y Francia. Ha sido en moto, pero la sensación habría resultado idéntica de haberlo hecho en coche. Me refiero a la tranquilidad de llevar conmigo ese aparatito que me dice en todo momento dónde estoy, cómo llegar a cualquier destino, dónde repostar o cómo evitar los atascos. Porque hace ya bastante tiempo que la mayoría de los navegadores, al menos de las marcas más reconocidas, dejaron de servir únicamente para llevarnos de un lugar a otro.

Yo, en concreto, me encuentro muy cómodo con la tecnología de uno de los líderes del sector, TomTom, tanto en el equipo Rider que llevo en moto como con el software de la empresa que utilizo en mi teléfono móvil. Me parecen sencillos de usar, prácticos, muy actualizados y con ingente cantidad de información para localizar cuanto necesitemos durante nuestros viajes. Ya digo que eso de indicarle al navegador a dónde queremos ir es prácticamente anecdótico dentro del espectro de posibilidades que se nos ofrece.  Para mí, el valor de un sistema de calidad va mucho más allá y todas esas opciones que, sobre el papel, nos pueden parecer simples chorradas se convierten en utilidades muy valiosas a la hora de la verdad.

No quiero hacer yo aquí un alegato sobre la conveniencia del uso de los navegadores, simplemente compartir mi experiencia ya de muchos años y la constatación de la evolución de tales dispositivos, que nos hacen la vida un poco más fácil a quienes disfrutamos viajando por carretera (por no mencionar a aquéllos que deben de hacerlo por razones profesiones y para quienes, por tanto, el tiempo es oro). Personalmente, valoro como se merece la gozada de poder planificar detalladamente un viaje en el ordenador para luego trasladarlo hasta el dispositivo; encontrar la gasolinera más cercana cuando el apuro es inminente tan sólo pulsando un botón; conocer con precisión la ubicación de aparcamientos, hoteles o restaurantes; recibir el aviso sobre la ubicación de los radares de velocidad (aunque se encuentren señalizados, el despiste es fácil sobre todo cuando se sitúan a cierta distancia de la indicación); esquivar los atascos gracias a la magia de la tecnología IQ Routes (en este caso, me refiero a una ventaja exclusiva de TomTom); guardar la posición exacta de ese paraje al que me gustaría volver; e incluso, poder elegir un trayecto que evite las aburridas autovías y me lleve por las carreteras más divertidas y pintorescas de la zona…

Renegar de estas ventajas y posibilidades, renunciar a ellas, es una actitud respetable pero para mí tan incomprensible como pretender seguir comunicándonos por palomas mensajeras en la era de Internet. El precio medio de los navegadores es muy asequible como inversión a medio o largo plazo, así que no encuentro muchos motivos para no disfrutar de todo lo que nos pueden ofrecer.  Yo, al menos, me siento mucho más tranquilo y seguro cuando dejo en manos de la improvisación tan sólo lo que yo decido, no a lo que me obligan las circunstancias. Por eso hace tanto que no empujo mi moto por quedarme sin gasolina…

Continue reading “Nunca pierdas el rumbo…”