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He tenido mucha suerte. Por fin sé a dónde van a parar mis impuestos. Albergaba serias dudas al respecto porque no terminaba de discernir para qué servía todo lo que pago (como el resto de los españoles) cada vez que pongo un pie en la calle… y sin ni siquiera salir a ella. El IRPF, el IVA, el IBI, el impuesto de matriculación, el de circulación… Sí, ya sé que hay que pagar a esos señores que nos gobiernan con tanto acierto, pero tampoco me parecía a mí que fuera necesaria tanta aportación para que considerasen que su magnífica gestión está justamente remunerada. Pero ahora he descubierto que, en realidad, todo ese dinero ha tenido un destino bien provechoso para mis intereses: me ha construido un carril privado en las autovías españolas.

Es cierto, lo tengo casi siempre libre para mí, excepto cuando algún despistado lo utiliza. Está a la derecha de la calzada, eso sí, no debería ser el más rápido para circular pero a mí ya me va bien, tampoco me voy a quejar… Mientras que el resto de los automovilistas, incluso algunos conductores profesionales de furgonetas, autobuses e incluso camiones, utilizan los del centro o la izquierda, a mí me han concedido el usufructo del carril derecho. Así que allí me colocó, tranquilamente, a buen ritmo y sin que apenas nadie me estorbe. El único inconveniente es que, a menudo, al rebasar a otros vehículos desde su interior adivino miradas de incredulidad, preguntándose algo así como ‘a dónde va este tipo por ahí, con lo bien que se circula por el centro de la carretera’. Pero yo a lo mío, hay que aprovechar el privilegio que me ha correspondido.

Esta fábula sin demasiado sentido (me disculpo de antemano por la licencia) es la realidad de nuestra circulación vial. Seguimos sin entender que ocupar los carriles inadecuados sólo sirve para ralentizar el tráfico, complicar las cosas a todos y, por supuesto, crear situaciones de peligro. Y principalmente supone una absoluta falta de respeto hacia los demás conductores, una suerte de declaración de principios del estilo ‘aquí estoy yo y a quien no le guste, ya sabe’… Lo curioso del caso es que son muchos los que ni tan siquiera tienen conciencia de su torpeza, piensan que no cometen ninguna irregularidad y que si hay tres carriles, por qué narices van a circular por el de la derecha. Así que el resto debemos sufrir esa actitud, resignándonos a que un hábito tan nefasto se haya convertido en admisible para la mayoría.

Pero lo más curioso del caso, y lo que me ha llevado a esta reflexión sin ninguna trascendencia, es que tampoco parece que a los garantes del orden en la circulación les inquiete demasiado la cosa, bastante tienen con colocar radares por si nos despistamos con el pie del acelerador… Esta misma mañana, mientras circulaba a velocidad legal y con absoluta normalidad por el carril derecho, un agente motorizado de la Guardia Civil ha tomado la determinación de reprenderme por rebasar a otro coche que ocupaba el carril central y rodaba unos 40 km/h por debajo de lo permitido en ese tramo. Por fortuna todo ha quedado en una regañina, porque si el incidente hubiera ido a más habría que tenido que explicarle al señor agente lo de mi carril particular… y no sé si lo hubiera entendido.

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