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Sé realista y piensa en frío si quieres ahorrar con el coche

JAVIER MOLTÓ

  • Si somos racionales en la compra, la posesión y el mantenimiento, nuestro vehículo puede ayudarnos a contener los gastos.
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Coche

Para ahorrar con el coche, antes de comprarlo y después de comprarlo, es imprescindible conocer el coste de las alternativas. El coste en tiempo y en dinero. Porque ahorrar solo en dinero puede ser muy caro, si el tiempo que nos hace perder no compensa.

Tenemos que ponerle un precio a nuestra hora de ocio, de estar con la familia, de ver una película, de leer un libro, para hacer el cálculo con cierta precisión. Ahorrar 1.000 euros al año a cambio de perder dos horas de nuestro tiempo cada día laborable, significa otorgar un valor de aproximadamente dos euros a cada una de nuestras horas no laborables. Posiblemente muchos pagaríamos dos euros a cambio de tener una hora libre más para hacer lo que nos apetezca cada día.

Sin embargo, si uno hace pocos kilómetros al día, pongamos unos veinte o menos, que suman alrededor de 7.000 kilómetros al año, es muy posible que encuentre alternativas para tardar lo mismo en recorrer esta distancia sin gastar más dinero.

Hacer el cálculo no es fácil, porque depende de cada coche, de cuánto consuma, de cuánto cueste la plaza de garaje, el seguro, los neumáticos, la depreciación del coche… Pero el coste por kilómetro de un coche nuevo que cueste 20.000 euros y realice 7.000 kilómetros al año puede situarse en torno a un euro, si lo guardamos en una plaza de garaje cara del centro de una gran ciudad, por ejemplo.

Con este coste por kilómetro, podríamos permitirnos realizar todos los días la mitad del recorrido en taxi o en otro medio de transporte con conductor (Cabify, Uber…) para acercarnos hasta el autobús, si nos queda a trasmano, y la otra mitad en autobús o metro, sin incurrir en mayores gastos que los que se tienen con la posesión de un coche particular. A poco buena que sea la combinación de transporte público, puede compensarnos en tiempo y en dinero.

Sin embargo, en muchos casos la compra de coche es imprescindible, por el motivo que sea. En esos casos, para ahorrar, es obligatorio aferrarse al cálculo frío y no dejarse arrastrar por los deseos, por el gusto o por otras pasiones que desvíen nuestro objetivo.

Es imprescindible conocer cómo vamos a utilizar el coche durante el 80% de los kilómetros. Es decir, puede no tener sentido comprarse un coche con gran maletero (si cuesta más caro) sólo porque una vez al año vayamos de vacaciones. Es posible enviar las maletas previamente, con servicios de transporte especializados, y ahorrar un buen dinero.

Distinguir lo puntual de lo rutinario

Tampoco tiene sentido comprar un coche con forma de todoterreno, que son más caros, pesados y consumen más, si quien lo compra no tiene intención de ir nunca por caminos. Los coches altos pueden tener sentido para algunas personas, porque resultan más cómodos para entrar y salir. Esa puede ser una justificación racional. Pero tenemos que ser conscientes también que los coches con forma de todoterreno están de moda y los fabricantes aprovechan ese tirón para obtener mayores márgenes.

No hay que fijarse en las excepciones si se pretende comprar un coche y ahorrar dinero con la compra. Ir cuatro veces al año a esquiar no justifica comprar un cuatro por cuatro. Primero, porque los cuatro por cuatro no son necesariamente mejores para la nieve. Un coche con cadenas puede ser más efectivo que un cuatro por cuatro sin cadenas y sin buenos neumáticos. Si se circula con frecuencia por carreteras nevadas, la solución está en los neumáticos de invierno y no en la tracción total. Los neumáticos de invierno son caros, pero tienen un coste irrisorio en comparación con un sistema de tracción total.

Las excepciones hay que suplirlas con sistemas específicos. Alquilar un coche para ese viaje determinado que tiene unos requerimientos especiales, llevar a los abuelos en taxi el día de la semana que nos reunimos toda la familia, o alquilar un coche potente el día que tenemos que circular por una carretera de montaña de doble sentido que requiere adelantar con frecuencia. Lo que no tiene sentido económico ni práctico es tener un coche muy potente del que no se utiliza más que un 20% de su potencia en ciudad y en autovía durante el 90% de las ocasiones en el que lo conducimos.

No tiene sentido comprarse un coche con motor diésel si se realizan menos de 15.000 kilómetros al año. Generalmente, las versiones con motor diésel son más caras que las de gasolina a igualdad de potencia y hace falta recorrer muchos kilómetros todos los años para enjugar esa diferencia por el ahorro en el consumo.

Estudiar la póliza y cuidar el coche

Una vez decidida la compra del coche, los factores adicionales que nos permitirán ahorrar dinero son: estudiar despacio la póliza de seguro que más conviene a nuestro coche (utiliza nuestro comparador de seguros) y a nuestra forma de utilizarlo, cuidar el coche con esmero para que no se averíe (las averías son muy caras), conducir de forma adecuada para consumir poco (llevar marchas largas y frenar poco, siempre que se pueda, es fundamental para conseguirlo) y estudiar con cuidado si nos conviene aparcarlo en la calle o en plaza de garaje.

Trayectos compartidos

El coche puede ser un saco sin fondo o una herramienta de ahorro considerable. Medir bien es clave. Utilizar servicios de coches compartidos puede suponer un ahorro enorme, pero no para todos y no siempre, porque a veces cuesta tener uno al alcance. Tampoco los hay en todas las ciudades. Los servicios de coche compartido para viajar suponen un ahorro prácticamente despreciable en comparación con el coste diario de transporte, el coste que en algunos casos obliga a tener un coche. Tiene mucho más sentido buscar vecinos para compartir recorridos cada día, que ahorrar aparentemente más dinero en un viaje esporádico de mayor recorrido.

¿Es necesario todo el equipamiento?

Por último, el equipamiento del coche es clave para ahorrar dinero. Muchos de los elementos opcionales que ofrecen llas marcas se utilizan en contadas ocasiones. Las llantas de aleación por ejemplo. ¿Son de verdad necesarias para un porcentaje de utilización elevadísimo por ciudad? ¿Los sistemas de ayuda a la conducción? ¿Elevalunas eléctricos, cierre centralizado, navegador…? Mucho del equipamiento de los coches es prescindible. Hace unos años no existía y los coches te llevaban igualmente del punto A al punto B. ¿Tiene sentido pagar por ellos?

En definitiva, la racionalidad y el frío análisis, que incluye tener en cuenta la seguridad que nos ofrece cada medio de transporte y el tiempo ahorrado, deben imperar para realizar una compra práctica, que nos permita ganar tiempo para hacer aquello que de verdad queremos, sin un descalabro económico.


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