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AVE Mizar, un coche volador hace 40 años

AVE Mizar

Esta historia comienza en 1971, cuando se funda la empresa Advanced Vehicle Engineers (AVE) por parte de Harry A. Smolinsky y Harold Blake. Querían hacer realidad el sueño de un coche volador, pero que además se pudiese comercializar y usar con todas las normativas de la época.

Su creación vio la luz dos años más tarde, el AVE Mizar. Era un cruce entre un Ford Pinto y un Cessna Skymaster. Los intentos previos de hacer volar a un coche habían fallado, y claro, Chitty chitty bang bang no cuenta. Eliminaron del avión la cabina, las alas fueron al techo y el motor pasado atrás, sobre el maletero.

Hubo que hacer mucho trabajo para que tuviese una doble instrumentación y mandos para poderlo conducir tanto en el cielo como en la tierra. Volaría a media cota (3.650 metros o 5.000 pies) y a unos razonables 130 km/h. Se estima que invirtieron dos millones de dólares de la época, mucha pasta.

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El prototipo estaba motorizado por un 210 Continental, aunque se pensaba más bien en un Lycoming de 300 caballos. El piloto de pruebas Charles ‘Red’ Janisse consigue elevarse sobre la pista del aeródromo de Ventura con éxito, pero decide aterrizar ante un fallo estructuran en el ala derecha.

Ese vuelo de prueba espoleó a los creadores a llegar a un acuerdo con Galpin Ford para su distribución. Quizá corrieron demasiado, ya que el prototipo aún estaba lejos de ser perfecto. Pretendían venderlo a un precio razonable de 15.000 dólares de entonces, como un accesorio de quita y pon. ¿Por qué no triunfó la idea?

Nos vamos al 11 de septiembre de 1973. Había que hacer un vuelo de prueba y el piloto estaba ausente, así que Smolinsky y Blake decidieron ir a pilotar por su cuenta. Despegaron, volaron un par de minutos y el ala derecha se desprendió. La pérdida de control fue inevitable y los dos se mataron.

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Podría haber sido peor, ya que cayeron encima de un vehículo estacionado en la calle. Bien fuese por el impacto, el fuego o la inhalación de humo, esos pobres diablos no salieron de esa. Posteriormente se concluyó que no estaba nada bien hecho, y no solo porque la base automovilística, el Pinto, fuese ya de por sí mala.

Es de suponer que este desafortunado incidente aeronáutico disuadió a muchos inventores de persistir por la vía del coche volador. Al mes siguiente llegó la crisis del petróleo de 1973 y los ingenieros se tuvieron que concentrar en problemas mucho más acuciantes para la movilidad.

No habría funcionado comercialmente, aunque la idea era buena. Varios miles de aeródromos repartidos por EEUU, sin servicio de alquiler de coches, no terminaban de ser útiles. Además, habría sido un devorador de gasolina, tanto en el aire, como en tierra. Hubo que esperar años al Terrafugia.

Creditos: MPasion

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